El retrato en la estación

En una estación de tren antigua, Sofía esperaba el tren para regresar a su ciudad. La luz del atardecer iluminaba suavemente los bancos y las paredes de piedra. Ella se sentó junto a una mujer mayor que sostenía un retrato antiguo en sus manos.

Sofía y la mujer comenzaron a hablar mientras esperaban. La señora, llamada Carmen, contó que aquel retrato era de su esposo, quien había viajado en ese mismo tren hace muchos años y nunca volvió.

Intrigada, Sofía escuchaba con atención las historias de Carmen sobre el amor perdido y la esperanza que guardaba en su corazón. Era como si el tiempo y la estación guardaran un secreto que nadie más sabía.

Cuando el tren llegó, Carmen se levantó, pero antes de irse, le pidió a Sofía que cuidara el retrato por un momento. "Es parte de mi vida", dijo con voz seria.

Sofía observó la imagen con detalle y sintió una mezcla de tristeza y belleza. Sin embargo, en el andén, alguien la llamó: era un joven con un maletín, interesado en el retrato que Sofía sostenía.

El joven explicó que era el nieto de Carmen y que había estado buscando esa fotografía por años. Sofía se sorprendió y rápidamente le devolvió el retrato.

Finalmente, el tren partió y Sofía se quedó mirando cómo la estación volvía a su calma habitual. Entendió que el amor, a veces, no es solo un encuentro o una despedida, sino un hilo invisible que conecta vidas a través del tiempo.

Ella volvió a casa con la sensación de haber sido parte de una historia delicada y profunda, una historia que no necesitaba palabras, solo mirar y sentir.