La carta sin remitente

Elena suspiró mientras leía la carta antigua que encontró en una caja polvorienta del ático. Las palabras estaban escritas con una caligrafía elegante, pero no había ningún nombre ni dirección que indicara quién la había enviado.

Ella nunca había recibido ningún mensaje así. La carta hablaba de un amor profundo y secreto, de visitas en lugares olvidados de la ciudad y promesas hechas bajo la luz de la luna.

Intrigada, decidió perseguir las pistas que sugería el texto y visitó una vieja librería, un café y un parque escondido. Cada lugar parecía contener fragmentos de una historia de amor que nunca llegó a ser pública.

Un día, mientras hojeaba fotos antiguas en el café, se dio cuenta de que la firma al final de la carta pertenecía a un famoso escritor de la ciudad, desaparecido hacía décadas. Pero ¿quién había recibido la carta?

Elena empezó a preguntarse si ella misma era la destinataria o si era un mensaje destinado a otra persona que el tiempo había borrado. Cada pregunta creaba más misterio y la llevaba a una mezcla de sentimientos: curiosidad, melancolía y una pizca de esperanza.

Al final, comprendió que no siempre hace falta saber toda la historia para disfrutar de una historia de amor. La carta sin remitente se convirtió en su secreto especial, un vínculo invisible con un pasado romántico y lleno de misterio.

Decidió escribir una respuesta imaginaria, dejándola en el lugar donde encontró la carta, esperando que quizá alguien más la encontrara y continuara ese hilo de amor y palabras no dichas.

La experiencia le enseñó que el amor no siempre necesita ser comprendido por completo para tener sentido, y que a veces las preguntas son tan valiosas como las respuestas.