El reloj detenido en la casa de campo

No todos los objetos en una casa guardan recuerdos felices, y un viejo reloj en la sala de la casa de campo de mi familia es el mejor ejemplo.

Soy Carlos, y durante las vacaciones de verano siempre visito esa casa antigua que ha pertenecido a mis abuelos por décadas. Siempre me llamó la atención el enorme reloj de pared que permanece detenido en las seis en punto, sin que nadie intente arreglarlo.

Una tarde, mientras le contaba a mi prima Sofía la historia de ese reloj, descubrí un secreto inesperado. Resulta que el reloj se detuvo exactamente la noche en que el abuelo decidió marcharse sin despedirse después de una discusión con su hijo, que es mi padre. Nadie había hablado de ese momento, y el reloj parecía haberse quedado congelado en ese instante de tensión familiar.

Este descubrimiento me hizo reflexionar sobre cómo a veces las heridas emocionales pueden quedar escondidas por años, y cómo pequeños objetos pueden convertirse en símbolos poderosos de aquello que no se dice.

Cuando compartí esta historia con los demás, surgió un silencio incómodo, pero también una oportunidad para empezar una conversación larga y honesta. Aunque no solucionamos todos los problemas, aquella sombra que había pesado sobre la casa empezó a perder fuerza.

El reloj sigue detenido, pero ahora parece menos un símbolo de dolor y más una invitación a recordar, a tener paciencia y a buscar el momento para sanar, sin prisas ni falsas ilusiones.