Cartas en el viento

El sonido del viento entre los árboles siempre había sido un refugio para Ana. A veces, simplemente se quedaba en el parque escuchando las hojas mover, antes de comenzar su día.

Un día, encontró una vieja carta pegada en un banco, escrita con una letra delicada y romántica. Era una carta de amor, pero sin nombre ni fecha. Ana la leyó varias veces y decidió devolverla al parque, pegándola en otro lugar donde alguien pudiera encontrarla.

La carta empezó a ser un enigma para quienes visitaban el parque. Cada persona que encontraba una carta la leía y luego escribía una respuesta que dejaba en el mismo banco para la siguiente persona.

Ana comenzó a participar, dejando sus pensamientos y emociones anónimas en cada respuesta. Con el tiempo, esas cartas crearon un diálogo silencioso y mágico entre extraños.

Lo curioso fue que nadie en el parque sabía quién iniciaba esa cadena de cartas ni quién las continuaba. Era un misterio que se mantenía vivo gracias al viento que movía las hojas y las palabras escritas.

Aunque Ana sentía un deseo fuerte de conocer a la persona que comenzó todo, entendía que ese juego de cartas no necesitaba un final definido o una cara visible.

En vez de buscar respuestas, decidió seguir escribiendo, disfrutando de ese intercambio invisible y de la ternura que las palabras podían ofrecer sin ningún compromiso.

A veces, el amor no necesita concretarse para ser profundo o significativo, solo es suficiente dejarse llevar por el susurro del viento y las palabras compartidas en secreto entre desconocidos.