Una tarde diferente en casa de los López

Cuando llegué a casa el sábado por la tarde, mi familia parecía ocupada con algo extraño. Mi hermana Clara y mi hermano Sergio estaban en el salón con un mapa grande extendido sobre la mesa, y mi madre miraba con una sonrisa.

No entendía qué hacían, pero me senté para observar. Entonces, Clara me explicó que querían hacer un plan para el próximo verano, pero de una forma especial: querían visitar lugares donde cada uno pudiera recordar momentos de la infancia.

Empezaron a contar historias mientras señalaban en el mapa. Sergio hablaba de la playa donde aprendió a nadar, y Clara recordaba el viejo parque donde jugaba de pequeña. Mi madre agregó anécdotas de su juventud, y yo escuchaba con atención.

Lo curioso fue que, mientras hablábamos y planeábamos, el día se convirtió en una gran aventura en sí misma. Decidimos que íbamos a elegir un lugar cada mes para visitar, no solo en verano.

Sin embargo, no todos estaban de acuerdo en qué lugares visitar primero, y la conversación se tornó un poco difícil. Algunos querían salir lejos mientras otros preferían quedarse cerca, y no lograban ponerse de acuerdo.

Al final del día, no llegamos a un plan final, y eso me hizo pensar que no hace falta tenerlo todo claro para disfrutar el momento. Solo compartir esas historias y recuerdos juntos nos unió más que cualquier viaje.

Mientras cenábamos, nos sentimos tranquilos y felices, como si ese simple plan nos hubiese dado un regalo inevitable: el redescubrir a cada uno a través de nuestras memorias y las ganas de seguir creando momentos juntos.