La comida inesperada en el ascensor

Cada día, Teresa tomaba el ascensor en su edificio para bajar al trabajo. Pero aquella mañana, cuando llegó al tercer piso, el ascensor se detuvo de repente.

Al principio, Teresa pensó que sería por unos minutos, entonces sacó su móvil para llamar a la recepción e informar del problema. Pero el teléfono no tenía señal.

Pasaron unos minutos y alguien desde el otro lado dijo: "¿Hay alguien ahí? ¿Puedes oírme?" Teresa respondió y pronto descubrió que no estaba sola. Un hombre llamado Luis estaba en el ascensor junto a ella, aunque ella no lo había visto bajar.

Luis empezó a sacar de su mochila un sándwich que había comprado para el almuerzo, y Teresa, aunque nerviosa, sonrió. Decidieron compartir la comida mientras esperaban.

Mientras comían, comenzaron a hablar de sus trabajos, de la vida en la ciudad, y hasta de qué harían si el ascensor tardaba mucho en arreglarse.

Después de casi una hora, el ascensor volvió a funcionar. Al salir, Teresa y Luis acordaron que esa experiencia, aunque inesperada y un poco incómoda, les dejó un recuerdo curioso y un momento divertido en medio de una mañana que parecía empezar mal.

Teresa llegó al trabajo con hambre menos fuerte y una sonrisa. Recordó que a veces, las pequeñas interrupciones pueden cambiar nuestro día de forma inesperada y no siempre para mal.